Si hubiera imaginado lo importante que se habría vuelto este lugar para mí, seguramente hubiera dedicado más tiempo del que lo hice. Si pienso de forma aislada en el año dos mil ocho, no recuerdo nada. ¿Qué edad tenía? ¿dónde estaba? ¿qué quería? ¿qué soñaba?. Pero sí sucedía algo. Escribía. Así, aun cuando muchos de los inspiraron las palabras plasmadas ya no figuran en mi vida, lo cierto es que se inmortalizaron.
Qué familiar es leer palabras que escribí hace más de diez años y poder sentir la emoción con la que lo hice. Me leo y aunque no recuerdo el porqué, sé que necesitaba hacerlo.
Para mí cada escrito era una pequeña parte de la vida que necesitaba reflejar de alguna manera. Escribir, por ejemplo, lo que ahora escribo, es más difícil. Tengo mucho que decir, pero tampoco sé como hacerlo.
Escribo aquí porque de otra manera no lo recordaría.
Ixt.




La fuerza de voluntad hace maravillas. A la fecha no tengo idea de dónde se cosecha, dónde se compra, dónde se consigue, dónde se paga por ella y a quién se le debe de pedir. A cuántos de nosotros nos gustaría un poquito más de fuerza de voluntad para terminar las últimas abdominales del día, el último trabajo del mes, la última tarea, sin importar todo el desgaste que hayamos tenido.