Inventemos una historia. Con puntos y con comas; con mayúsculas al principio y con un espacio entre cada palabra. Inventemos una historia con los menores errores ortográficos. Olvidémonos de la goma, no hay necesidad de borrar, utilicemos pluma negra y azul. Escribamos una historia, a capítulos, sin un número de palabras, y con el formato más adecuado. Hagamos una vida a través de las letras. Hagamos una historia de las historias de nuestras vidas, hagamos que a cada palabra escrita un poco de ti y poco de mí se vayan quedando.
–Inventemos una historia– te dije mientras veías aquella rosa azul entre tus manos.
– ¿Empezamos ya? – dijiste todavía con la duda en la boca.
Ya no te contesté nada, pero sabías que con aquellas palabras habíamos empezado con aquella, nuestra historia.