Y con cada bocanada que mi cuerpo exige, el mundo terrenal se va terminando, siento que la ingravidez de la vida se hace mucho más vulnerable; mi piernas hace algunas horas me dejaron de doler, los brazos se van llenando de plumas que se vuelan con el aire. La bicicleta todavía respira, y aunque los frenos están rotos, me pidió que continuáramos.
Hasta que con cada bocanada que mi cuerpo exige el mundo terrenal, se va terminando.
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