sábado, 31 de octubre de 2009

Leer

Había amanecido, no recuerdo ni por un momento cuándo fue que me acosté, el libro se quedó abierto boca abajo junto con mis lentes, ambos sobre mi cama. La noche anterior supuestamente había estudiado literatura, pero como es costumbre de mí, decidí leer un libro. Ahora que lo pienso me fascina leer. No importa cuál sea el título, poco importa realmente quién lo haya escrito, las palabras me trasportan a un lugar diferente al mío. Alguna vez me preguntaron por qué siempre llevaba un libro conmigo a donde fuera –Porque me trasporta a lugares que probablemente jamás conoceré; me lleva a a través del tiempo, y del espacio, conozco personas maneras de actuar, pero sobre todo conozco a la vida– respondía con gran entusiasmo. Hoy en día, la respuesta sigue siendo la misma.

Yo no tengo un lugar dónde esconderme, adónde ir cuando tenga ganas de dejar todo en el carajo sin embargo tengo a los libros, a los poemas, y a la prosa, tengo a las palabras que solas, pocas veces dicen algo, pero al juntarlas me atrapan, y no me dejan escapar hasta que la última haya sido leída.

Sin pensarlo tomo el libro y busco con la mirada el lugar donde la noche anterior dejé en suspenso–vacilo– y leo en voz alta.

Leer no te hará cambiar el mundo, pero cambiará el tuyo.

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