sábado, 3 de octubre de 2009

Hoy No

Esto lo escribí hace tiempo y me pareció interesante para publicarlo, he aquí el ejemplo de que las cosas con el tiempo cambian.

 

Me encuentro recargado en una pared. Solo, como de costumbre.  La gente que transita por aquí vuelve la vista hacia mí un instante pero nunca dicen nada. Mi mano izquierda comienza a escribir en una libreta lo que veo, y lo que pienso mientras busco un comienzo para la novela programada. Al ir soltando ideas tan vanas me percato de que la inspiración no gusta de hacer presencia el día de hoy. Levanto la vista y miro el reloj digital, son 9:35 de la mañana. Aún es temprano. Poco a poco las personas comienzan a entrar de sus respectivos salones;  algunos gritan, mientras otros se limitan caminar con tal apuro que pareciera que la vida se les acaba. Discretamente me levanto pero no para ir a aprender. Lo hago para disimular. Es triste como la gente puede creer en una falsa imagen con sólo notar que uno no actúa diferente.

Pasan los minutos y nuevamente no hay nadie en el pasillo. Sólo estoy yo. En mi cabeza lo único que puedo escuchar es el reverberar de tu dulce voz, tan ligera como una brisa de viento. No tardarás mucho en aparecer, estarás subiendo aquellas escaleras de diferente manera a como acostumbras hacerlo. Me agrada esa convicción que tienes, pues te he visto subir usando únicamente tu pie izquierdo, de dos en dos peldaños, en diagonal, brincando y nunca te he podido pillar haciéndolo igual.

Me he percatado de que odias la monotonía, al igual que yo. Pasan uno o dos minutos, volteo a ambos lados para cerciorarme de que no viene nadie. Reviso mis apuntes para sonreír disimuladamente –no sirvo para escribir– De pronto, ahí estás, hoy se te ha ocurrido subir las escaleras dándole la espalada; la gente lo podrá considerar infantil o quizá tonto, pero a mí me es extraordinario. Sé que el tiempo te parece relativo. Disfrutas cada una de las situaciones que vives a diario. Sonríes importa poco si el día es nublado o soleado, si sea viernes o lunes, prácticamente nunca dejas de hacerlo. Llegas hasta el final de la escalera. Te volteas y por un momento nuestras miradas se cruzan, me ves a lo lejos en aquel rincón solitario; nos vemos fijamente a los ojos, me percato del brillo de tus ojos azul  perfecto. Sabes quien soy, sé que no me has olvidado. Estás atónita, aprovecho la situación para caminar directamente hacia ti. Sé que tienes la vaga esperanza de que no te dirija la palabra. Veo el reloj, son 9:57 de la mañana, continúo caminando y sé que tienes miedo. Casi como por arte de magia, mi cuerpo se está moviendo, el unísono de mi corazón comienza a retumbar cada vez más fuerte, no pienso en nada, el reloj marca las 9:57 de la mañana; aparenta estar detenido a pesar de que a mi perspectiva  avanza más rápido. Falta ya muy poco para estar frente a frente. Sólo unos pasos más. Continuamos mirándonos, como si quisiéramos descifrar las ironías de la vida. Pero no pasa más, camino y noto que cierras los ojos, camino, y digo en voz alta lo evidente pues–Hoy no es un buen día para que estemos juntos, pero no olvides que te quiero– susurro mientras paso de largo yendo hacia algún lado de este inmenso mundo.

1 comentario:

  1. Me ha encantado este texto... en serio, me he imaginado la situación perfectamente: la chica subiendo las escaleras sonriendo, sin importarle ser el centro de atención; la gente preguntándose por qué hay personas tan extrañas, sin darse cuenta de que eso es lo que marca la diferencia y lo que nos hace únicos; el chico observándola tímidamente para, más tarde, tomar esa decisión de ir directo a ella... Pero hoy no es un buen día, lástima.

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